Estaré muy lejos, pero tan cerca.

Tú sabes que vaya donde vaya siempre te escribiré. Y de alguna manera, con tu colección de postales del mundo, habrás viajado conmigo. Aunque olvide tu rostro y tenga que llevar tu dirección apuntada por no poder recordarla. Aunque hayan pasado meses desde la última vez que nos hayamos cruzado y apenas pueda reconocer de lejos esos andares como los tuyos, te escribiré. ¿Por qué? No tengo ni idea, quizá sea más por mí, que por ti, o quizá porque aunque tú tampoco recuerdes cómo olía mi colonia o si mi letra habrá cambiado desde la última vez, sonreirás. No es una promesa, es sólo una verdad.

Doble o nada, no.

En medio de Ciudad de México, a 10.000 kilómetros de tu sonrisa, nos he encontrado.

Puede que no tenga valor de volver si me parto el corazón otra vez contigo.

Amor se llama el juego en el que un par de ciegos juegan a hacerse daño.