miércoles, 22 de diciembre de 2010

Aguanta un poco más.

No somos animales, no soy un animal, mírame, no soy una animal, y no sólo porque me depile. Los animales no tienen amigos, tienen manada, no tienen hijos, tienen descendencia, no tienen amor, tienen reproducción, una mera y efímera vida donde lo único importante es la supervivencia, la lucha diaria. Y nosotros en cambio buscamos la felicidad. Único objetivo. Voltaire decía: "La felicidad es como el hogar para un borracho; sabe que existe, pero no lo encuentra." Y como seres humanos que somos tenemos amigos, pero fíjate bien en aquéllo de que los amigos de verdad se cuentan con una mano, ¿por qué será?, ¿será también por eso que no podemos amar a alguien sin dejar de amar a otro?
¿Saben? Tengo un diamante en bruto delante, una pieza perfecta, que se entrega y se deja la piel en hacerme feliz, que me quiere por encima de todas las cosas. Y yo me arreglo para él, me pongo zapato alto, me sonrío cuando cuelga, me emociono si el mensaje es suyo, le entiendo con la mirada pero, fuera de eso, vivo en un "ni contigo ni sin ti" y me da rabia, porque hay algo que me bloquea, y yo lo sé, sé perfectamente lo que es; y esa manía que tenemos las personas de no darnos tiempo a nosotras mismas y creer que lo hemos superado todo, cerrar las heridas sin desinfectarlas y que luego pasen meses y apenas hayan empezado a cicatrizar. Y también sé que tu paciencia no es eterna, y noto en tu carita cuanto te cuesta a veces esperar, veo que se te cansa la sonrisa, que me abrazas como que no estás...pero si te vas, que te irás, si te vas, te juro que me falta el aire...

lunes, 20 de diciembre de 2010

Destino.

Tengo ganas de que me pierdas la pista.
Que te quedes con los buenos recuerdos, de cuando aún hacía calor y todo esto era impensable. De cuando lo raro era llorar, no como ahora, donde están en peligro de extinción las verdaderas sonrisas.

Y es que, como decía Amélie Poulain: "Times are hard for dreamers."
Y es que no te has dado cuenta, pero ya no nos basta al uno con el otro, vida.

P.D.: Para todos los lectores; el concierto fue maravilloso, era fin de gira, el penúltimo, y hasta 2012 no vuelven a subirse a los escenarios. De todas formas os recomiendo que esperéis como yo, pacientemente, porque vale la pena. Fue impresionante. Se me escapó algún suspiro y alguna lagrimilla con esta canción.

jueves, 16 de diciembre de 2010

No era unión, sino intersección.

Ella va andando por la calle con un nuevo él; apenas un pasatiempo, un crucigrama, un polvo, una partida de cartas. Lleva botas altas, un abrigo tres cuartos con capucha ancha, que le tapa la cara. La reconoce por la forma de cantar por la calle, que como toda ella conserva la esencia, pero parece una mujer nueva. Tontea y se deja mimar pero cuando descubre su cara para sentir la nieve en la piel puede ver su mirada. No es Esa mirada, ella disfruta pero no ama.
Mientras analiza a la peculiar pareja, aún no se han dado cuenta de su presencia. Él también tiene una nueva ella, que también sabe interpretar miradas, que también sabe lo que es el recuerdo y que siente los celos hierviéndole la sangre en la tarde del cuatro de febrero. Se queda callada, piensa, se enfada, grita, llora, pregunta por una respuesta a por qué mira a esa, a quién es, por qué sonríe con su canción, que no se corresponde con la verdad, lo que el contesta no es lo que ella quiere oír. Razona, se resigna, pide tiempo y se va en el proximo autobús. Él, mientras, se va entre dudas a casa, pero no mira ni una vez atrás, no siente que haya olvidado nada en la parada. Mientras tanto, ellos ya estan en la cama, se ríen a carcajadas, disfrutan, se cansan, él se duerme y ella se queda mirando la noche, apenas una manta la envuelve mientras sale a la ventana. Y como en un presentimiento loco, una euforia controlada enciende el portátil mientras él se abraza a la almohada. "Hoy te he visto en la calle, tratas de parecer distinta pero sé que estas ahí, te he echado de menos."
"¿Por qué ahora?"
"Porque cuando estabas sola aun tenía la sensación de que me pertenecías un poco."
"¿Y ella?"
"Lo sabe. Se ha ido."
"Diez minutos. Donde siempre."
"¿Y él?"
"Está dormido, y no le debo explicaciones."
"Date prisa. Te espero."
Ella se acelera: coge la ropa tirada en el suelo y se la pone como puede, hace ruido, pero él no se despierta, busca un papel y un boli y rápidamente escribe que ha tenido que irse, va a cerrar la puerta cuando se acuerda de borrarlo todo y apagar el ordenador, se repasa la raya en el ascensor y cuando llega al portal se queda parada. Piensa en todo lo que ha trabajado para salir de ahí y si vale la pena caer, pero echa a correr antes de que el miedo le haga volver atrás. Odia llegar tarde. Y le ve, con el móvil en la mano, con una enorme sonrisa cuando ve su cara de velocidad y sus coloretes rojos. Si hay algo que decir se lo calla para besarla, para recorrer los trazos de su cuerpo, aquellos que jamás llegó a olvidar, su espalda por debajo del famoso abrigo, caliente, su piel clara. Le coge la mano, y la mira, pidiendo disculpas por todas aquellas desgracias, por haberla dejado sola. Pero ella le perdonó hace mucho, se le escapan un par de lágrimas, calientes en comparación a lo heladas que están las manos que las recogen.
-No puedo hacer esto.- confiesa ella.
-¿Por qué?
-Jamás volvería a confiar en ti.
Él se calla.
-Recupérala.
-El último beso.-pide él.
-No, ni tú me creerías entonces.
-Nunca te creí.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Un suspiro.

Perdí la noción del tiempo entre calles rectas y esquinas circulares. Sentí recuerdos escondidos saliendo de dentro y por una vez no eran los fantasmas de la nostalgia, sino que pude olvidar, al menos por dos días la vida que había dejado a cuatro horas de tren atrás, pude coger la cámara, dejar el periódico, y comprender que siempre hay alguien dispuesto a salvarte. Pero como si yo fuera una cenicienta más y mis doce fueran las diecicho cincuenta, vino otro tren, haciendo juego a mis sentimientos pequeño y feo, estrecho y oscuro, que me devolvió a Madrid lento, muy lento...y mira que yo lo sabía, mira que antes de haber llegado al Mediterráneo, ya lo estaba echando de menos.

jueves, 9 de diciembre de 2010

A veces se duerme con el sonido del tren, y él lo sabe.

Ella respira siempre profundo cuando se haya en un apuro. Pone la cabeza alta y mira hacia arriba, abriendo mucho los ojos para no llorar. Responde sistemáticamente a todos los mensajes que le preguntan como está, acusando su tristeza a la aplastante rutina. Pero ya nadie la cree. Hace más de un mes, hace más de dos y ya nadie la cree. No se nota pena en su cara cuando sonríe, cuando estira los labios para buscar un trazo perfecto, cuandro abre la cartera para pagar. Pero aquel día se le cayó un billete de cinco, y tras él una foto, y quizá fue por eso que empezó a respirar hondo y a parpadear...