lunes, 13 de diciembre de 2010

Un suspiro.

Perdí la noción del tiempo entre calles rectas y esquinas circulares. Sentí recuerdos escondidos saliendo de dentro y por una vez no eran los fantasmas de la nostalgia, sino que pude olvidar, al menos por dos días la vida que había dejado a cuatro horas de tren atrás, pude coger la cámara, dejar el periódico, y comprender que siempre hay alguien dispuesto a salvarte. Pero como si yo fuera una cenicienta más y mis doce fueran las diecicho cincuenta, vino otro tren, haciendo juego a mis sentimientos pequeño y feo, estrecho y oscuro, que me devolvió a Madrid lento, muy lento...y mira que yo lo sabía, mira que antes de haber llegado al Mediterráneo, ya lo estaba echando de menos.

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