Que eterna se hace la espera. Añoro Navidad como nunca. No soy muy de fiestas navideñas, de regalos, de turrones y mazapán, de peleas por quién va con quién en Nochebuena y Nochevieja. Pero este año está de más todo eso, este año está perfecto. Y es que cuando tienes a alguien lejos le añoras, pero cada día que pasa en la cuenta atrás para que llegue más se sufre, más cuesta. Y es ilógico, ¿no creen? Porque en realidad debería ser pura felicidad el decir: "Ya queda menos, no queda nada." Pero no. A mí se me alarga, a mí ya me duele levantarme por las mañanas.
Hoy he tenido examen de economía, me gusta la economía en su faceta más política, y esta situación me recuerda a Marx; su sistema socialista dejaba a los trabajadores sin incentivos, sin ganas de trabajar, de esforzarse. Porque si hay algo innato en el ser humano, ya sea aquí, en el Renacimiento, en el Neolítico o en Papúa Nueva Guinea, es la necesidad de más, de llegar más lejos, de ser más grande, simplemente el saber que puedes, por muy difícil que lo tengas, conseguir algo mejor o distinto de lo que tienes ahora. El sistema marxista fracasó por la falta de incentivos. Yo creo que soy un fracaso porque dos meses de espera me parecen una recompensa demasiado lejana.
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