Y no te has dado cuenta. Me olvidé de escribir cuando te encontré del todo. Tú lo entiendes. Y pequeño, no sé que haces paseándote por aquí, rozando el polvo de todas estas palabras que ahora apenas tienen sentido porque estaban llenas de miedo, y de eso no queda nada. Ahora todo se siente desde el otro lado.
No sé cómo hemos llegado hasta aquí, pero estamos. Me gusta. Me gusta pensar que en ningún momento fuimos como los demás, ni lo seremos, que no hacemos las cosas como se dice que deben hacerse. Necesito esa sonrisa. Todos saben que juré no volver a necesitar a nadie, y lo intenté, y te hice esperar, y te hice daño, y notaba cómo se te rompía el corazón cada día que yo me equivocaba. Jamás podré agradecerte tanta paciencia. Estabas ahí cuidando de mí, tendiéndome la mano, sin negar un momento lo que tú sentías, seguro. Recuerdo como perdías tu tiempo conmigo, y yo me dejaba hacer. Lo intentamos, más por lástima que por otra cosa, pero era pronto. Y lo siento, lo siento mucho. Porque recuerdo tus ojos marrones llenos de tristeza cada vez que te decía que yo no era para ti. Y entonces yo era incapaz de ver de dónde sacabas tanta paciencia. Supongo que era amor, ¿cuánto tiempo me esperaste? A veces, ahora, me mata la culpa. Eso también es amor. Y tus ganas, y tu ánimo, sin cansarte nunca de mi indecisión, ¿de verdad nunca pensaste en abandonar? ¿En dejarme a mí con mis miedos? Yo lo habría hecho. No soy tan fuerte como tú. Ni tan valiente.
Esto no es una carta de San Valentín . Es simplemente la verdad. Es lo que te mereces. Es lo mínimo por lo que me das cada día. Es el mínimo tributo por lo que aportas cada día a esto que hacemos entre los dos, pero cuyos cimientos tú pusiste, solo, enfrentándote a todos mis miedos. Gracias. Porque tú me salvaste. Porque hace exactamente un año yo estaba perdida en el mundo, y tú estabas ahí, contando hacia atrás para sacarme una sonrisa. Porque hace tres noches me abrazabas y en sueños me decías que fuera contigo, y estoy aquí. No sé en qué momento exacto me di cuenta de que eras tú; pero lo eres, y Dios sabe que soy afortunada, porque no siempre quieres a alguien y ese alguien te quiere. Soy toda una afortunada. No te diré que esto es por siempre jamás, será hasta que deje de serlo, pero te juro que cada día, cada hora y cada segundo que hemos pasado, que hayamos pasado, habrá valido la pena. Te quiero. Te quiero, y pensé que no lo diría más, pero es verdad. Me muero de miedo a perderte, me comen los celos muchas veces, pero tienes que saber que hoy, esta noche, ahora, yo confío en ti.
Sé que odias esta foto, pero te lo mereces por devolverme el vicio de escribir.
No sé cómo hemos llegado hasta aquí, pero estamos. Me gusta. Me gusta pensar que en ningún momento fuimos como los demás, ni lo seremos, que no hacemos las cosas como se dice que deben hacerse. Necesito esa sonrisa. Todos saben que juré no volver a necesitar a nadie, y lo intenté, y te hice esperar, y te hice daño, y notaba cómo se te rompía el corazón cada día que yo me equivocaba. Jamás podré agradecerte tanta paciencia. Estabas ahí cuidando de mí, tendiéndome la mano, sin negar un momento lo que tú sentías, seguro. Recuerdo como perdías tu tiempo conmigo, y yo me dejaba hacer. Lo intentamos, más por lástima que por otra cosa, pero era pronto. Y lo siento, lo siento mucho. Porque recuerdo tus ojos marrones llenos de tristeza cada vez que te decía que yo no era para ti. Y entonces yo era incapaz de ver de dónde sacabas tanta paciencia. Supongo que era amor, ¿cuánto tiempo me esperaste? A veces, ahora, me mata la culpa. Eso también es amor. Y tus ganas, y tu ánimo, sin cansarte nunca de mi indecisión, ¿de verdad nunca pensaste en abandonar? ¿En dejarme a mí con mis miedos? Yo lo habría hecho. No soy tan fuerte como tú. Ni tan valiente.
Esto no es una carta de San Valentín . Es simplemente la verdad. Es lo que te mereces. Es lo mínimo por lo que me das cada día. Es el mínimo tributo por lo que aportas cada día a esto que hacemos entre los dos, pero cuyos cimientos tú pusiste, solo, enfrentándote a todos mis miedos. Gracias. Porque tú me salvaste. Porque hace exactamente un año yo estaba perdida en el mundo, y tú estabas ahí, contando hacia atrás para sacarme una sonrisa. Porque hace tres noches me abrazabas y en sueños me decías que fuera contigo, y estoy aquí. No sé en qué momento exacto me di cuenta de que eras tú; pero lo eres, y Dios sabe que soy afortunada, porque no siempre quieres a alguien y ese alguien te quiere. Soy toda una afortunada. No te diré que esto es por siempre jamás, será hasta que deje de serlo, pero te juro que cada día, cada hora y cada segundo que hemos pasado, que hayamos pasado, habrá valido la pena. Te quiero. Te quiero, y pensé que no lo diría más, pero es verdad. Me muero de miedo a perderte, me comen los celos muchas veces, pero tienes que saber que hoy, esta noche, ahora, yo confío en ti.
Sé que odias esta foto, pero te lo mereces por devolverme el vicio de escribir.
Bonito blog, como sé la ilusión que da al tener un seguidor nuevo, desde este mismo momento te sigo.
ResponderEliminarPásate por mi blog cuando puedas, y comenta ;)
Un besito <3
Me alegra que hayas vuelto a escribir, llevaba todo el verano pendiente de que volvieras a publicar algo, y hoy me has sorprendido.
ResponderEliminarMe gusta mucho tu blog :)
Espero que seas feliz <3