Que las palabras digan lo mismo que los gestos se ha vuelto todo un reto: Mi vida gira en torno a ti, pero...
Hace tiempo una de las personitas que me ha visto y me ha hecho crecer me partió el alma diciendo 'La que yo conocía lo haría'. Soy tan cobarde que hoy después de preguntar si era momento de llamar me he echado atrás, diciendo que no era nada. Ahora me muero por un abrazo de buenas noches al otro lado de la línea. Todos tenemos alguna amiga, algún familiar, algún amigo a quien podemos llamar de madrugada, pero a veces no tenemos el valor suficiente de hacerlo. No queremos que nos digan lo que no nos gusta oír; que el error es nuestro, que las soluciones no son fáciles, que lo dejemos ir o incluso que nos vayamos nosotros. Que tenemos que cambiar es lo que más quema, porque es como reconocer que llevamos todo este rato equivocándonos. Ahora, lo que crucifica al final es que te digan que no puedes hacer nada, que te resignes. Eso corta el aire como un cuchillo. Sin piedad.
Cómo necesitamos tanta sinceridad. La única persona sobre la faz de la tierra capaz de limpiar las lágrimas sin ponerte una mano en la cara, con simples palabras. Y no me atrevo a llamar. Para decir, ¿qué? Buenas noches, tenías razón, ¿me mandas un abrazo?
No, hoy no. Pronto habrá mejores noticias para interrumpir un sueño, y si no las hay, se fabrican de ilusión. Quizá sí que hay que resignarse, pero no de brazos cruzados. Todo el mundo debería saber cuando arar el campo.
QUÉ PAZ VERLO TAN CLARO. BUENAS NOCHES.
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