miércoles, 2 de diciembre de 2015

No somos libres

En realidad, vivo en una celda. Y mi celda no se abre con una llave. Apenas tengo permisos, raramente acepto visitas.

Quizá no me entiendas. Puedo explicarlo. Puedo elegir lo que comer, entre lo que guardo de mi nevera, puedo elegir dónde ir, hasta que la gasolina se acabe. ¿Y si ahora quiero meterme en la cama de la persona que amo? No puedo. No va a ocurrir. No entra en la norma. No puedo volar más allá de donde mi cuenta corriente me lleve. No puedo empezar una nueva vida en el otro lado del mundo porque no tenemos dinero para pagarlo.

Y vivo en una celda de presupuesto bajo, de futuro oscuro, negro. De melancolía. De tachar días en el calendario. De esfuerzo. De miedo. De confusión. De risas.

La cosa es que...la libertad en este mundo que nos hemos inventado; el saber que puedes dejarlo todo y no vas a morir de hambre solo se compra con dinero. Yo pensaba comprar mi libertad con dinero. Y resulta que ese dinero no está. Y apenas veo más allá de pasar el resto de mi vida viviendo en esta casa, en esta celda. Aspirando a la nada.

Los barrotes de mi celda no los rompe el tiempo. Y nada me causa más desasosiego que no saber lo que ocurre, por eso encuentro calma en contar los días, para que vengas.


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