Una persona puede convertirte en la mejor versión de ti mismo. Puede creer en ti, puede mirarte con unos ojos que reflejan la más pura admiración. Pueden perdonarte, sentarse a tu lado durante meses a curarte las heridas, y no pedir nada a cambio. Alimentarse de tu felicidad únicamente. Y entonces, inevitablemente, ocurre que el círculo se cierra. Y vive Dios que no hay nada en esta vida como sentirse amado, por alguien que tiene el alma más bonita que he visto jamás.
Y luego hay gente que te vacía. Que te hace pobre. Que te roba el aliento varias veces al día, que te da pesadillas, que te da insomnio. Que no te hace sentir amado, sino esclavo del miedo a quedarte solo. Y lo malo es que te pierdes, y nunca vuelves a ser el mismo. Porque lo das todo para tener algo que nunca va a ser tuyo. Lo das todo para tener a alguien que nunca te ha mirado con esa admiración, y lo das todo por alguien y te quedas sin nada.
Lo bueno es que, al final, te reconstruyes y te reconstruyen de nuevo. Y primero pasan cosas que te destrozan y luego agradeces cada una de ellas por ponerte en el lugar de ahora.
Estamos vivos.
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