Me ha preguntado el espejo qué me pasaba. Yo me he sorprendido al ver tus huellas en mi cuerpo, tan claras, oscuras más bien. Sabes que no reconoceré que me gusta tenerte ahí, o que me acaricies para que me mueva entre convulsiones o que me muerdas hasta que te aparte a empujones, pero qué más da. Tú no lees y yo te escribo. El caso es que el espejo se ha llevado un susto y yo me he reído, ahí, desnuda con mi reflejo. No nos llevamos bien, ella, sí, la del espejo y yo, tú lo sabes y lo sufres más que nadie. Pero por un momento tú eras lo único que teníamos en común, porque tú la tocas a ella, pero es a mí a quien haces gritar. Así que te necesitamos las dos. Y en aquel instante sin más ropa que una sonrisa y unos calcetines éramos las dos juntas, como tendría que ser si fuésemos como tendríamos que ser, sin odiarnos la una a la otra, por ti.
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