miércoles, 21 de marzo de 2012
Llueve
Y ahora es cuando tú tendrías que aparecer, dándome diez minutos para pensar en qué decir cada minuto del tiempo que a bien tengas sacarme de mi vida, para meterme en la tuya. Probablemente iría. Decir que no complacería a la mayoría, pero sería más bien la obra de un mártir...no, no, un mártir. Sería precisamente como hacer una huelga de hambre. A todos les parece una obra valiente, hasta que ven que te mata (por dentro). Hay que ver lo complejo del asunto. Increíblemente he asumido que no depende de mí, y agradecería con toda mi alma que jamás me volvieras a dar esos diez minutos. Que jamás me dieras ninguno. Podría saltarme la huelga de hambre como si al que pretende ayunar le hubieran dado antes de empezar aquello que exige. Me enfadaré y buscaré razones para odiarte; las encontraré, seguro. Y al final, un día me levantaré y podré perdonarte.
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