En el limbo perfecto entre lo común y lo que nos llevó a la ruina. Nos esforzamos como si nos lloviera dinero por cada minuto que aguantamos haciendo equilibrios en la cuerda, sobre el abismo de una audiencia indecisa, y escéptica.
Un equilibrio perfecto. Recuerdo aquella noche en pijama, hasta arriba, en la cama, con las piernas cruzadas cual gurú de feria: "No tengo hambre, ni sed, ni sueño, ni frío, sólo quiero quedarme así." Y otro día que me paré un par de segundos más de la cuenta en el espejo antes de salir: "Quiero quedarme con esta imagen de nosotros para siempre". Arranqué dos páginas vacías del libro, que no había con que rellenar y las guardé. Aprendí que todo puede mejorar, y empeorar también.
Hoy me han dicho que parece que estoy esperando con los brazos abiertos y la cabeza inclinada a que me destrocen. Que conste que no es lo peor que me han dicho. Razón no les falta. Pero supongo que he recuperado toda la confianza que me faltó entonces. Que creo que no me va a hacer daño. No me quita el sueño lo que siga porque creo que soy importante. Me siento como un niño problemático digno de "Hermano Mayor" que necesita que le pongan el vídeo de cuando destrozaba todo para saber que efectivamente, tal y como creía, ya no es la misma persona. Siento una paz impropia de alguien que ha sido tan autodestructivo. ¡Siento un montón de cosas!
No hay comentarios:
Publicar un comentario