Un barco está a salvo en el puerto, pero no está hecho para estar ahí. Yo estaba a salvo contigo, pero no es mi lugar ahora.
Gracias por tirar de la cuerda, y por soltar cuando me ahogaba sin darte cuenta de que con la cuerda larga yo podía leer entre líneas. Pude romper con el síndrome de Estocolmo que me cubría como una sombra oscura a punto de fundirse conmigo.
Sólo me quedan dos despedidas, de tres. Marcadas a fuego en el caótico calendario del futuro a corto plazo. No me marcho, pero me voy. Siempre cerca y quinientos pasos más lejos de donde mi cuerpo era tu plaza y mi alma tu admiradora. Donde tú me vuelves a situar en cuanto intento poner un pie fuera de la cerca que me has asignado. Cada vez más pequeña y estrecha, sólo me incita a escapar.
Me enseñaron que no era lo mismo querer con el corazón que con la cabeza.
No me voy a consumir aquí.
Estoy preparada.
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