jueves, 16 de abril de 2015

No duermo.

O sea, duermo. Pero tengo tanto miedo, no de las pesadillas, que muchas veces ni las recuerdo. Y otras son sueños preciosos continuando todas las fantasías de antes de cerrar los ojos. No duermo por la sensación al despertarme. Cuando me despierto es como si alguien me echara agua helada en la cama. Tengo apenas un segundo de paz, y entonces: me empapa, me hiela. Y me quedo temblando pensando a qué coño agarrarme para levantarme de la cama. Y me levanto, me seco, y me busco una razón para creer que van a cambiar las cosas. Sonrío mucho, porque lo poco que pasa me hace ilusión. Es lo bueno, ¿no? Sabe mejor la comida cuando se ha pasado hambre, mejor las caricias cuando te has llevado palos. Sonrío tanto que parece que estoy bien. Y lo estoy, en el fondo lo estoy.


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