Todos tenemos prejuicios. A todos nos sesga el amor, la envidia, la avaricia, el orgullo. Todos tenemos algo de machista, o de hembrista, o de racista y la mayoría de nosotros sobrevaloramos la validez de nuestro criterio.
No tienen cura. No la tienen, no. Pero ser conscientes de ellos nos ayudan a cubrir las espaldas a nuestros juicios de valor. Especialmente si son sobre otros. Quizá la vida no sea justa, pero juzgar a dos personas iguales de forma diferente es algo de lo que nos quejamos todos. Y aún así lo hacemos.
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